miércoles, 23 de marzo de 2016

Miércoles Santo de hace setenta y cinco años

La Archicofradía de la Sangre celebra el setenta y cinco aniversario de la bendición de su Cristo, José María de las Peñas nos recuerda como fue aquella primera procesión.

"Hoy es un día muy especial para la Archicofradía de la Sangre, se cumplen 75 años de la primera salida procesional del Santísimo Cristo que tallara el insigne malagueño, Francisco Palma Burgos (1941-2016)".




Crónica de aquel lejano Miércoles Santo 9 de abril de 1941

A las siete de la mañana, una buena comisión de gente joven de la Archicofradía quedaron citados en el parque de Málaga. Transportados en una pequeña camioneta, llegaron a los jardines del Castillo de Santa Catalina, situado a continuación de Gibralfaro, cuyos propietarios habían ofrecido unos magníficos geranios de sus jardines para el adorno del trono, ya que la Hermandad se encontraba sin recursos económicos. Bajo las órdenes de un jardinero y cada uno con sus tijeras traídas de casa, empezaron la tarea y al poco tiempo llenaron la caja de la camionetilla. A las once de la mañana, estuvieron los hermosos geranios rojos en la puerta de San Felipe Neri. Los jardineros se pusieron manos a la obra, mientras Palma Burgos y sus ayudantes daban los últimos retoques de purpurina y barniz a las grecas, volutas y rocallas de escayola sobre la madera del cajillo, en la pequeña mesa del nuevo trono.

Los claves rojos que el Cristo llevaba a sus pies fueron gracias a las aportaciones particulares de algunos cofrades, entre ellos una hermosa canastilla de la Archicofradía de la Esperanza.

A las ocho y media de una magnífica noche de primavera del Miércoles Santo, de 1941, diez años después del último desfile procesional desde la desaparecida iglesia de la Merced, lo hacía de forma y maneras procesionales más modestas y menos suntuosas la Archicofradía de la Sangre. Se puso en marcha por calle Parras adelante, camino del Molinillo y calle Ollerías.

El trono, de pequeñas dimensiones pero vistoso, portaba las imágenes del Stmo. Cristo y a su derecha la Virgen Dolorosa, talla de Gutiérrez de León (s. XIX). La iluminación iba bien distribuida, realizada con algunas tulipas rojas y blancas, ayudadas por unos focos que iluminaban de forma efectista las sagradas imágenes titulares, todo resaltado por la colación de los adornos florales a base de geranios rojos, muy apretados, dando la sensación de parecer “flores nobles” aunque se tratase de flores tan sencillas y populares. Buen trabajo de los jardineros.

El orden de la procesión fue el siguiente: Guardia Civil montada a caballo, a continuación una sección del Real Cuerpo de Bomberos, seguida de una banda de cornetas y tambores de la Legión, que fue muy aplaudida durante el recorrido. En el frente de la procesión figuraba la Cruz Guía y unos artísticos faroles y bocinas (prestadas por otras Cofradías). Otra banda de tambores y cornetas, llamada de “segunda fila” seguía la comitiva.

A continuación, la Bandera de la Agrupación de Cofradías escoltada por una representación de las diferentes Hermandades que vestían de nazarenos.

Los mayordomos y cargos iban vestidos de la siguiente manera: Túnicas y capirotes de terciopelo grana tostado (siendo éstas las antiguas de los penitentes de la Virgen del año 1929, antes malva y ahora teñidas de color rojo). También lucían capas de color hueso, con cíngulos dorados y calzando zapatillas o zapatos negros y calcetín rojo. Los que calzaban zapatillas lucían hebillas doradas, como impuso la costumbre en los años veinte.

Después seguía una doble fila de penitentes con túnicas y capirotes blancos (también prestados). Estos penitentes de vela portaban un “invento” muy de la época, que suplía a aquellos gruesos cirios tan caros para los tiempos que corrían; no olvidemos que fueron años de sucedáneos. Se trataba de un cilindro metálico pintado de blanco y que en su interior contenía agua y carburo, originando el gas necesario para iluminar con una luz azulada.

Le seguía una nutrida representación compuesta por el Alcalde, el Gobernador Civil y la Diputación, Jefes y Oficiales del Ejército y de la Marina. En representación de la Hermandad, Juan Baena Gómez, iban además el Gobernador Militar de la Plaza, Coronel Juan Medina Togores, Hermano Mayor Honorario y las distinguidas Camareras de Honor de la Archicofradía, Purificación Rabanal y María Gross, esposas del Gobernador Militar y ayudante respectivamente. Cerraba marcha la Banda de música compuesta por cornetas y tambores de San Bartolomé.

El desfile procesional por el recorrido oficial fue apoteósico. En la Alameda Principal, la compañía de soldados de la Aviación rindió honores a la incorporación del Pendón Real de Castilla, acto que junto con los acordes del Himno Nacional se convirtió en uno de los más emocionantes del recorrido. La insignia Real era portada por el Teniente Coronel Sr. González Moya escoltado por los alféreces, Cuenca Romero y Romero Peláez, pertenecientes al Cuerpo de Infantería y de Aviación respectivamente. El Pendón de Castilla iba escoltado por una Escuadra de Aviación.

A continuación, en la tribuna oficial de la actual plaza de la Constitución se montó un espectáculo de luz, encendiéndose muchas bengalas rojas desde los balcones de los edificios colindantes, otorgando al lugar una luminosidad inusual a la vez que espectacular.

Los vítores a la Sangre fueron incesantes, mientras la procesión se dirigía a la calle Granada camino de la Plaza de la Merced. Las pequeñas dimensiones del trono hacían posible su paso por la estrechez de esta calle, y llegando a la placita, esquina a las calles de San Agustín y calle Beatas, hubo un pequeño “paro” y así darles un descanso y refrigerio a los hombres del trono (todavía perduraban las antiguas costumbres).

La llegada del Santísimo Cristo de la Sangre ante las ruinas de la que fue iglesia de la Merced, incendiada y destruida, resultó emocionante. Cuando el trono se iba acercando sonó el toque de atención de un cornetín y las bandas de música interpretaron nuevamente, el Himno Nacional, mientras desde los balcones de las denominadas Casas de Campo y adyacentes se encendían igualmente bengalas rojas. El Director Espiritual de la Archicofradía y párroco de San Felipe Neri, Luis Vera Ordaz, pedía silencio para poder rezar un Padre Nuestro en memoria del que fuera Hermano Mayor de la Sangre y primer Presidente de la Agrupación de Cofradías, Antonio Baena Gómez, asesinado en la Guerra Civil, así como para todos los cofrades fallecidos de la Sangre. Muchos de ellos enterrados aún en la cripta de aquellas ruinas mercedarias… siglos atrás. La oración se hizo con todos los presentes arrodillados. Una vez finalizado este pequeño acto… ¡de nuevo una explosión de júbilo, aplausos y repique de campanillas!..

En este ambiente se llegó a la Parroquia de San Felipe Neri, donde de una manera también emocionada, el antiguo templo recibía a la Sagrada Imagen del Cristo de la Sangre. El encierro fue como todos, un bonito espectáculo, con mecida del trono entre repiques de las campanas del templo filipense y campanillas de los nazarenos, aplausos y abrazos, muchos de ellos veteranos con los ojos llenos de lágrimas. La Archicofradía de la Sangre estaba de nuevo presente en la Semana Santa malagueña.



José María de las Peñas Alabarce

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