viernes, 8 de febrero de 2019

"Lo sucedido fue una consecuencia directa del anticlericalismo"


El pasado mes de diciembre, se presentaba “Destrucción y reconstrucción de la Semana Santa de Málaga (1931-1939)”, la última obra del historiador y pregonero de la Semana Santa de Málaga de 1998 José Jiménez Guerrero (Málaga 1952), editada por Arguval. Jiménez Guerrero culmina una trilogía en torno a los luctuosos acontecimientos vividos por las cofradías malagueñas en la década de los años treinta del pasado siglo. A través de esta entrevista nos da a conocer su última obra.



¿Qué le lleva a usted a profundizar en este periodo de nuestra Semana Santa?

El deseo de conocer y de dar a conocer es lo que siempre me ha motivado a investigar. Además, en este caso, se trataba de indagar en un periodo muy controvertido y en el que se produjeron unos hechos de gran trascendencia para el mundo cofrade. Para mí, es una manera de contribuir, aunque sea modestamente, al conocimiento de nuestro pasado y procurar hacerlo con rigor.

De todo lo que ha podido recabar en este tiempo a lo largo de sus tres libros publicados, ¿qué es lo que más le ha sorprendido?

Sin duda, el volumen de las pérdidas. Hasta la publicación de La quema de conventos en Málaga. Mayo de 1931, en 2006, y La destrucción del patrimonio eclesiástico en la Guerra Civil. Málaga y su provincia, en 2011, ambos en la editorial Arguval, no se tenía conciencia de lo que en ese periodo se destruyó y cómo afectó no solo a las cofradías sino al patrimonio artístico de Málaga en general.

Conociendo de primera mano esos años, ¿Qué produjo tal desenlace, que factores influyeron para que se desarrollara?

Lo sucedido fue una consecuencia directa del anticlericalismo. Luego influyeron otros factores (situación política, social, etc.) y actitudes y posturas que se adoptaron.

¿Por qué Málaga fue la más azotada por aquellos acontecimientos?

En Málaga, a lo sucedido en otros puntos de España, se sumaron otros elementos. En los acontecimientos de mayo de 1931 se produjo una primera fase (en la que hubo una cierta organización) que fue un calco de lo sucedido en Madrid (ataque a la residencia de Jesuitas, a la sede del periódico conservador ‘La Unión Mercantil’, etc.) a la que se añadió como elemento diferencial ella destrucción del palacio episcopal y, además, el ataque a la iglesia de San Carlos y Santo Domingo. Más tarde se produjo una segunda  fase en la que la destrucción se extendió por los barrios de la ciudad y en la que participaron numerosas personas. Un total de 41 edificios  (2 civiles y 39 religiosos) fueron asaltados, y en su caso destruidos o incendiados, así como lo que custodiaban,.

Sin desvelar al lector el desenlace de su capítulo del libro, ¿Qué aporta este nuevo trabajo a la desaparición del Cristo de Mena?

El conocimiento de todas las versiones que en los años treinta se difundieron sobre este tema. Y, sobre todo, los informes de dos actores directos que concretaron que, en contra de lo que se había afirmado, sí aparecieron los restos de la imagen, lo que confirmaría su destrucción.

¿Por qué la parroquia de San Carlos y Santo Domingo fue el epicentro de tanta destrucción?

Porque en ella tenían su sede canónica las dos fraternidades más relevantes de la Málaga cofrade de la época. Paso y Esperanza por su patrimonio, por su significado y porque en su junta se integraban relevantes personalidades; Mena por lo que significaba la imagen del Crucificado y, no se debe obviar, por su vinculación con el Cuerpo de La Legión. Eran los símbolos a destruir.

¿Cómo se levantaron aquellas cofradías y aquella Semana Santa ante tanta destrucción?

Tras la destrucción de 1931 surgieron dos posturas dentro de la propia Agrupación. Una que optaba por finalizar las actividades; la otra que consideraba que había que continuar. A partir de 1932, la Agrupación de Comerciantes reclamó la vuelta procesional. El factor económico es clave para entender esta postura. Y desde la Agrupación de Cofradías, se retomó la idea de la reconstrucción. Fue a partir de 1934 cuando, gracias a las actividades de la llamada ‘Comisión pro Semana Santa’, se establecieron las bases para que la vuelta procesional fuese un hecho. Esto se produjo en 1935 cuando algunas cofradías volvieron a procesionar. La actitud de la prensa y del Gobierno Civil fueron fundamentales. A ello, se debe sumar, como factor esencial, el interés de las propias cofradías.

Después de conocer a fondo todo lo sucedido, ¿cree usted que aquellos desagradables acontecimientos pueden volver a repetirse en algún momento?

Las circunstancias no son las mismas. Además, hay un elemento clave: en la actualidad: las cofradías las componen miles de ciudadanos. También se debe tener en cuenta la importancia que el fenómeno procesionista tiene para la ciudad. Pero, a ello, creo que se debe sumar la labor que las hermandades realizan en pro de los demás. Es algo necesario y que, considero, se debe dar a conocer.

Tras la publicación de este último libro, ¿en que trabaja ahora José Jiménez Guerrero?

En la actualidad preparo algunos artículos que se publicarán en la próxima Cuaresma. Y, bueno, el siguiente libro, aunque será de una temática distinta.


Fotos:José Jiménez Guerrero

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