El pasado mes de diciembre, se
presentaba “Destrucción y reconstrucción de la Semana Santa de Málaga
(1931-1939)”, la última obra del historiador y pregonero de la Semana Santa de
Málaga de 1998 José Jiménez Guerrero (Málaga 1952), editada por Arguval. Jiménez
Guerrero culmina una trilogía en torno a los luctuosos acontecimientos vividos
por las cofradías malagueñas en la década de los años treinta del pasado siglo.
A través de esta entrevista nos da a conocer su última obra.
¿Qué le lleva a usted a
profundizar en este periodo de nuestra Semana Santa?
El deseo de conocer y de dar a
conocer es lo que siempre me ha motivado a investigar. Además, en este caso, se
trataba de indagar en un periodo muy controvertido y en el que se produjeron
unos hechos de gran trascendencia para el mundo cofrade. Para mí, es una manera
de contribuir, aunque sea modestamente, al conocimiento de nuestro pasado y
procurar hacerlo con rigor.
De todo lo que ha podido recabar
en este tiempo a lo largo de sus tres libros publicados, ¿qué es lo que más le
ha sorprendido?
Sin duda, el volumen de las
pérdidas. Hasta la publicación de La quema de conventos en Málaga. Mayo de
1931, en 2006, y La destrucción del patrimonio eclesiástico en la Guerra Civil.
Málaga y su provincia, en 2011, ambos en la editorial Arguval, no se tenía
conciencia de lo que en ese periodo se destruyó y cómo afectó no solo a las
cofradías sino al patrimonio artístico de Málaga en general.
Conociendo de primera mano esos
años, ¿Qué produjo tal desenlace, que factores influyeron para que se
desarrollara?
Lo sucedido fue una consecuencia
directa del anticlericalismo. Luego influyeron otros factores (situación
política, social, etc.) y actitudes y posturas que se adoptaron.
¿Por qué Málaga fue la más
azotada por aquellos acontecimientos?
En Málaga, a lo sucedido en otros
puntos de España, se sumaron otros elementos. En los acontecimientos de mayo de
1931 se produjo una primera fase (en la que hubo una cierta organización) que
fue un calco de lo sucedido en Madrid (ataque a la residencia de Jesuitas, a la
sede del periódico conservador ‘La Unión Mercantil’, etc.) a la que se añadió
como elemento diferencial ella destrucción del palacio episcopal y, además, el
ataque a la iglesia de San Carlos y Santo Domingo. Más tarde se produjo una
segunda fase en la que la destrucción se
extendió por los barrios de la ciudad y en la que participaron numerosas
personas. Un total de 41 edificios (2
civiles y 39 religiosos) fueron asaltados, y en su caso destruidos o
incendiados, así como lo que custodiaban,.
Sin desvelar al lector el
desenlace de su capítulo del libro, ¿Qué aporta este nuevo trabajo a la
desaparición del Cristo de Mena?
El conocimiento de todas las
versiones que en los años treinta se difundieron sobre este tema. Y, sobre
todo, los informes de dos actores directos que concretaron que, en contra de lo
que se había afirmado, sí aparecieron los restos de la imagen, lo que
confirmaría su destrucción.
¿Por qué la parroquia de San
Carlos y Santo Domingo fue el epicentro de tanta destrucción?
Porque en ella tenían su sede
canónica las dos fraternidades más relevantes de la Málaga cofrade de la época.
Paso y Esperanza por su patrimonio, por su significado y porque en su junta se
integraban relevantes personalidades; Mena por lo que significaba la imagen del
Crucificado y, no se debe obviar, por su vinculación con el Cuerpo de La
Legión. Eran los símbolos a destruir.
¿Cómo se levantaron aquellas
cofradías y aquella Semana Santa ante tanta destrucción?
Tras la destrucción de 1931
surgieron dos posturas dentro de la propia Agrupación. Una que optaba por
finalizar las actividades; la otra que consideraba que había que continuar. A
partir de 1932, la Agrupación de Comerciantes reclamó la vuelta procesional. El
factor económico es clave para entender esta postura. Y desde la Agrupación de
Cofradías, se retomó la idea de la reconstrucción. Fue a partir de 1934 cuando,
gracias a las actividades de la llamada ‘Comisión pro Semana Santa’, se
establecieron las bases para que la vuelta procesional fuese un hecho. Esto se
produjo en 1935 cuando algunas cofradías volvieron a procesionar. La actitud de
la prensa y del Gobierno Civil fueron fundamentales. A ello, se debe sumar,
como factor esencial, el interés de las propias cofradías.
Después de conocer a fondo todo
lo sucedido, ¿cree usted que aquellos desagradables acontecimientos pueden
volver a repetirse en algún momento?
Las circunstancias no son las
mismas. Además, hay un elemento clave: en la actualidad: las cofradías las
componen miles de ciudadanos. También se debe tener en cuenta la importancia
que el fenómeno procesionista tiene para la ciudad. Pero, a ello, creo que se
debe sumar la labor que las hermandades realizan en pro de los demás. Es algo
necesario y que, considero, se debe dar a conocer.
Tras la publicación de este
último libro, ¿en que trabaja ahora José Jiménez Guerrero?
En la actualidad preparo algunos
artículos que se publicarán en la próxima Cuaresma. Y, bueno, el siguiente
libro, aunque será de una temática distinta.
Fotos:José Jiménez Guerrero
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